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viernes, 3 de septiembre de 2010

TEXTO COMPLETO DE MI RENUNCIA AL CENTRO DE ESTUDIOS GARDELIANOS

A mis compañeros y a las autoridades del Centro de Estudios Gardelianos:


Deseo comunicarles a todos que, como consecuencia de las reacciones suscitadas en oportunidad de mi disertación el día 26 de junio del año pasado en el Museo Casa Carlos Gardel, he resuelto presentar mi renuncia a la Institución, puesto que la salvaguarda de mi dignidad y de mi libertad de investigación, pensamiento y expresión han sido insalvablemente avasalladas.
A sabiendas de que muchos de ustedes desconocen los hechos acaecidos, pasaré a continuación a relatarlos:

En las reuniones correspondientes a los meses de mayo y junio presenté con el Sr. secretario Eduardo Visconti la moción de realizar un acto en recordación de nuestro magno artista al cumplirse el 24 del último mes citado un nuevo aniversario de su fallecimiento.
Dicha propuesta lamentablemente no tuvo eco a raíz de que el Sr. Presidente no deseaba efectuar acto alguno. A mi modesto entender, nuestro Centro no podía permanecer ausente en la citada fecha; razón por la cual, en sucesivas reuniones privadas con el Sr. Presidente, volví a tocar el tema con él y finalmente, lo único que pude conseguir fue que nuestra institución prestaría su "respaldo moral", pero debía encargarme yo personalmente de organizarlo. Fue entonces que Visconti y quien esto escribe, comenzamos a ocuparnos del asunto.
Nuestro compañero y amigo, Sergio Daniel Peluso, enterado de lo que ocurría, se ofreció gentilmente a prestarnos apoyo logístico. Se consiguió negociar con el Lic. Horacio Torres, director del Museo, fecha y hora para la realización del evento.
Lo comuniqué por este mismo medio a todos los miembros del CEG con el siguiente mensaje:

"Estimados consocios:
Nosotros, los abajo firmantes, nos complacemos en comunicarles que hemos culminado exitosamente las gestiones llevadas a cabo ante el Licenciado Horacio Torres, director del Museo Casa Carlos Gardel con el fin que nuestro Centro tenga presencia institucional durante la "semana gardeliana" organizada por el Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, con motivo de recordarse un nuevo aniversario de la tragedia de Medellín, a llevarse a cabo en la casa que nuestro artista habitó con su señora madre.
A tal efecto, Eduardo Visconti y quien escribe estas líneas, hemos de disertar el próximo viernes 26 de junio a partir de las 19 hs, con el apoyo logístico, en lo que a edición de material se refiere, de Sergio Peluso. Teniendo en cuenta que no lo haremos a título personal sino en representación del CEG, es que esperamos vuestras presencias en ese día, en la medida en que cada uno pueda asistir.
Los reunimos a todos en un abrazo

Eduardo Dante Visconti - Sergio Daniel Peluso - Carlos Gustavo Ríos"


Una vez comenzada mi disertación, hice propicia la oportunidad para comunicar a todos los presentes la próxima finalización de la biografía sobre José Razzano que por entonces me encontraba redactando con mi amigo personal, el Sr. secretario de actas, Javier Penelas. Como en toda relación interpersonal cuando ésta se acaba siempre hay responsabilidades compartidas, pronuncié la siguiente frase (extraída del prólogo de nuestro citado libro):

"...excusar a Gardel de su responsabilidad en la separación es típico del fanatismo propio de mentes inferiores..."

A partir de allí, todo se desnaturalizó. El Sr. Espina Rawson, haciendo alarde del autoritarismo que lo distingue, tomó el micrófono sin el permiso correspondiente y procedió a desautorizarme en público expresando que yo no tenía conocimientos suficientes sobre el tema, pues desconocía una parte de "la verdad" que parece ser, él sí posee. Con la salida a la venta del libro, se verá quién de los dos tiene más conocimiento sobre este espinoso asunto. Pero quedó en franca evidencia que EL SEÑOR PRESIDENTE ES UN INDIVIDUO AUTORITARIO QUE DESCALIFICA A QUIENES PIENSAN DISTINTO DE ÉL.
Acto seguido, los Dres. Norberto Regueira y Juan Carlos Esteban comenzaron a agredirme verbalmente, porque "como definistas" (?) se sentían agraviados (???) por mi expresión "mentes inferiores". Debí tomarme la molestia de explicarles que no tenía la menor idea acerca del porqué se sentían aludidos, ya que preparé mi conferencia sin saber si ellos asistirían y que por lo tanto resultaba demasiado obvio que mis palabras no estaban dirigidas a ellos (que por otra parte no eran las únicas personas presentes y a las cuales me dirigía). El Dr. Regueira, hidalgamente, aceptó mis explicaciones y dio por cerrado el tema, mas no así el Dr. Esteban.
Al día siguiente, recibí un mensaje de este último con el siguiente texto:

"En el día de la fecha le pedí telefónicamente y por escrito, al Sr. Ríos que nos desagravie por escrito de la intempestiva y gratuita ofensa y agravio a la Institución que el integra, a todos los presentes y a la figura respetada de Armando defino o De Fino, que todos admiramos y queremos como un verdadero hermano de Carlos Gardel.
No me considero y tampoco a nuestros amigos como seres inferiores y mediocres, que nos endilgó a los presentes.
El cuidado que le prodigó a Doña Bertha, como un buen hijo más; el reconocimiento de Gardel en su testamento y en su correspondencia; y el escrupuloso control Presupuestario que manejó, eximen de controversias y posiciones equívocas, y está reñida con la posición doctrinaria que sustenta el CEG.
Por otro lado la diatriba que le sacudió a De Fino tiene mucho de semejante con la ideología a la que adhieren los escribas orientales.
Le solicito una explícita exposición de su verdadero pensamiento en la materia. De otra manera estimo que se equivocó de Institución.
Juan Carlos Esteban"

Debo decir que el Dr. Esteban, en un exceso de celo por defender al hermano putativo de Carlos Gardel (Armando De Fino), realizó una errónea interpretación de mis palabras, puesto que de ellas no se desprende en ningún momento que yo las haya endilgado a los presentes y ni siquiera mencioné la palabra "mediocres", como él equivocadamente afirma. Son expresiones escritas en el párrafo y que pueden o no estar dedicadas a cualquiera de los potenciales lectores del libro. Cuando el citado Dr. lo lea, comprenderá que pecó de imprudente al endilgarme a mí el carácter de "semejante con la ideología a la que adhieren los escribas orientales", poniendo en evidencia una SUPINA IGNORANCIA respecto de mi posición acerca de la nacionalidad de Gardel. Y si "todos admiramos y queremos" al bueno de Armando, me considero con derecho y libertad a pensar distinto. Y a juzgar por la defensa corporativa del Sr. De Fino que se hace en el CEG, está claro que me equivoqué de institución.

Le respondí lo siguiente:
 

"Estimado Esteban:
Con todo el respeto que le tengo, quiero decirle que usted, al igual que Norberto, no entendieron bien mis palabras. A Norberto se lo aclaré personalmente anoche y lo entendió. Ahora se lo aclaro a usted: mis palabras textuales fueron "excusar a Gardel de su responsabilidad en la separación es típico del fanatismo propio de mentes inferiores".
Si usted no es víctima de ningún fanatismo, no debiera sentirse aludido y de hecho no lo dije ni por usted ni por Norberto. Él así lo entendió anoche y espero que ahora usted también lo comprenda. En ningún momento agravié ni a la institución ni a ninguno de sus integrantes.
Con respecto al Sr. Armando Defino, tengo pruebas por escrito de su conducta, entre ellas que, en diciembre de 1937, fue llevado a la justicia por Azucena Maizani por haberle escabullido más de $ 5.000.- de aquella época. Las pruebas que poseo en mi poder son negativas para el Sr. Defino. Si alguien me demuestra con pruebas que estoy equivocado, no tendré ningún inconveniente en rectificarme. Por ahora, no encuentro razones para hacerlo.
De cualquier manera, quisiera hacerle una aclaración: considero que el CEG es una institución cuya finalidad es velar por Carlos Gardel y su señora madre y por nadie más. Ni por Defino ni tampoco por Razzano ni nadie. También considero que sus miembros son (o deberían ser) lo suficientemente democráticos como para aceptar que alguien piense diferente o tenga una visión distinta de la historia, simplemente porque nadie es dueño de la verdad y porque yo pueda tener material que usted no conoce acerca del Sr. Defino. Discriminar al que piensa diferente es una conducta fascista que estoy seguro usted no posee.
Si la misión del CEG es velar por Carlos Gardel y su señora madre, estoy en la institución acertada.
Si la misión del CEG es velar por otra persona que no sean ellos dos, entonces me equivoqué de institución y no tengo ningún inconveniente en presentar mi renuncia (no es menester que aclare que es irrevocable, porque las renuncias de las personas de bien siempre son irrevocables) en la próxima reunión.
Mis conviciones y mi dignidad no son negociables, como estoy seguro de que tampoco lo son las suyas.
Usted tiene su visión de la historia con los elementos que posee y yo tengo la mía con los elementos que poseo.
Cuando aparezca mi libro, espero me haga el honor de leerlo y tal vez comprenda porqué pienso así del Sr. Defino. Y si aún así usted considera que estoy equivocado y me lo prueba, le reitero que, como hombre bien intencionado que me considero, no tendré inconveniente alguno en rectificarme.
Y con respecto a nuestra institución y a sus miembros, creo que habrá quedado suficientemente aclarado que no me refería a ninguno de ustedes.
Atentamente
Carlos Ríos"

El mensaje del Dr. Esteban incluía (tal vez sin quererlo), uno que él había recibido del Sr. Espina Rawson hablando de mí a mis espaldas, actitud que, a mi entender, UN HOMBRE DE BIEN NO DEBE HACER JAMÁS.
Pero este señor lo hizo y acto seguido, mostraré a todos ustedes el mensaje del Sr. Presidente:

"Amigos:Son las 5 de la mañana, y me ha desvelado- y no es para menos- el incidente de anoche en el Museo. Como sucede muchas veces, creo que no le hemos dado la verdadera dimensión que el caso merece.
Pidiéndoles hasta que nos veamos reserva sobre el tema, paso a exponer mi opinión:
Entiendo que para un correcto análisis debemos separar el continente del contenido. El primero, y siempre, repito, a mi juicio, es así: Se ofrece una conferencia con un título genérico referido al tipo de canciones que cantaba Gardel, o algo por el estilo, lo cual no merece, en principio, observación alguna. En el transcurso de la misma, y esto es lo grave, inesperadamente, se hacen una serie de afirmaciones, que luego veremos, que no tienen realmente nada que ver con el tema del título, revindicando la actuación de Razzano, y, de paso, denigrando a Armando Defino. Este método no es leal, y yendo más allá, es decididamente reprochable.
El espectador se ve sorprendido en su buena fe, y no acierta a reaccionar adecuadamente- tal mi caso, lo confieso- ya que se no encuentra con el ánimo preparado para un debate, y al mismo tiempo, le resulta difícil consentir en silencio afirmaciones que contradicen todo lo sabido y aceptado como sana doctrina al respecto. Les pido que pongan toda su atención en este punto:Diría que este tema (Razzano y Defino), junto con la cuestión uruguaya,constituye la posición innegociable oficial del CEG, avalada por toda la documentación que poseemos. Máxime cuando estas afirmaciones temerarias se exponen en nombre de pruebas indeterminadas y que nadie, salvo el expositor, conoce. Esto es entonces, lo que en principio torna intolerable la posición de Ríos (que increíblemente pertenece al CEG y ocupa un cargo en la CD) y que explica ese cierto aire de clandestinidad que desde un principio tuvo esta "conferencia" y que ya hemos comentado. Esto, por sí sólo bastaría para tomar una posición orgánica terminante, por ser una grave falta a la ética que debe regir nuestra conducta, y la de nuestros pares.
En segundo lugar, y yendo ya al contenido de las afirmaciones, no puedo menos que calificarlas de gravísimas, y no porque contradiga nuestras modestas opiniones, sino porque reinvindica al mal amigo a quien Gardel trató con el máximo desprecio con que pueda tratarse a persona alguna, por haber sido un vil defraudador de su patrimonio y de su confianza. Ponerse en esto de parte de Razzano es inconcebible.
En 1933 hubiera sido quizás discutible. En 2009, y con todas las cartas y documentos a la vista, resulta repugnante.
También las gratuitas y descolgadas apreciaciones sobre Defino, que merece todo nuestro respeto, y a quien Gardel trataba como hermano y doña Berta como hijo, son ultrajantes. No hacia nosotros, por cierto, sino hacia Gardel. Sólo faltaría que ahora se descuelguen apoyando a Ostuni y a la Iñíguez.
Entiendo que todo esto amerita algo más que lo que hemos conversado anoche, y que debemos, en el transcurso de esta semana tratarlo en petit comité para fijar una posición común con vistas a la reunión del 6. Como comprenderán esto es un brevísimo resumen de lo que pienso sobre todo este desagradable asunto, y tengo en mente algunas posibles vías a seguir que necesito exponerlas a Vds., y les pido vayan meditando estas líneas para proponer los caminos conducentes que Vds. consideren adecuados.
Un abrazo:EER"


Si al Sr. EER (sería más honesto que firmara con nombre y apellido) lo desvela que un simple historiador hable mal de Armando De Fino, creo que debería concurrir a un consultorio psiquiátrico. A mí solamente me desvelarían asuntos mucho más importantes en la vida de una persona.
Si él cree que pasar el aviso de un libro no es leal, estimo que tampoco lo es que pretenda desautorizarme en público, sin que nadie le haya otorgado permiso.
Además, recabé información entre algunos de los presentes y ninguno se mostró "sorprendido en su buena fe". Creo que sólo a él le ocurrió tal cosa.
Si la posición del Centro de defender a De Fino es innegociable, es evidente que me equivoqué de institución, YA QUE JAMÁS PERTENECERÍA A UN CENTRO DE ESTUDIOS QUE CERCENARA MIS LIBERTADES.
Si le resulta increíble que yo pertenezca al CEG, puede recuperar el sueño ya que desde este mismo momento dejo de pertenecer.
Con respecto a las afirmaciones que realiza sobre Razzano, corren por cuenta de él y tendrá que hacerse cargo en caso de una posible demanda legal por calumnias e injurias y además debería leer las pruebas que presento en mi libro.
En lo que tiene que ver con su acusación que mi conferencia tuvo "cierto aire de clandestinidad" queda al descubierto que este señor miente descaradamente desde el momento en que participé a todos (incluyéndolo a él) en la invitación más arriba mencionada. Ésa es otra de las razones de mi renuncia: NO ME INTERESA PERTENECER A UNA INSTITUCIÓN CUYO PRESIDENTE ES UN VULGAR MENTIROSO.
Finalmente quiero relatar que este señor convocó a una reunión "de urgencia" y nuevamente a mis espaldas para tratar mi "conducta". Deseo expresar mi agradecimiento a mis compañeros que me respaldaron y desestimaron la sanción que el Sr. Presidente deseaba para mí.
Además, en varias oportunidades se dirigió a mi compañero Penelas para intentar presionarlo para que el libro no saliera. Jamás se dirigió a mí.
DADO QUE EN TODAS LAS OPORTUNIDADES ACTUÓ A MIS ESPALDAS, CABE PENSAR QUE AQUELLO DE "CIERTO AIRE DE CLANDESTINIDAD" ES UNA DE SUS CARACTERÍSTICAS PERSONALES.
Conclusión: por el apoyo brindado por mis compañeros hubiese deseado permanecer en el CEG, pero me veo en la obligación moral de presentar mi renuncia ya que desde siempre DESTERRÉ DE MI VIDA A LA GENTE AUTORITARIA Y MENTIROSA. EN DEFENSA DE MI DIGNIDAD, NO TOLERO BAJO NINGÚN CONCEPTO QUE PERSONA ALGUNA PRETENDA MANEJAR MI VIDA, ASÍ SE TRATARE DE LA PERSONA MÁS ALLEGADA A MÍ. MI LIBERTAD DE PENSAMIENTO, MI DIGNIDAD Y MIS CONVICCIONES NO SON NEGOCIABLES, RAZÓN POR LA CUAL NO PUEDO PERMANECER EN UNA INSTITUCIÓN CUYO PRESIDENTE REÚNE ESTAS EXECRABLES CARACTERÍSTICAS.
Como estimo que el Sr. Presidente intentará una vez más descalificarme, espero no vuelva a hacerlo en la clandestinidad (esto es, a mis espaldas).
Les deseo lo mejor a los compañeros que me apoyaron.
Atentamente
Carlos Ríos
Marzo 10 de 2010

PD: TODOS LOS MENSAJES CITADOS SE ENCUENTRAN A DISPOSICIÓN DE QUIEN LOS DESEE CONSULTAR.

HISTORIA DE "LA CUMPARSITA"

A principios del siglo XX, funcionaba en Montevideo la Federación de Estudiantes del Uruguay, cuya sede se encontraba en Ituzaingó 1292, en dicha ciudad.
Uno de sus integrantes era un estudiante de arquitectura llamado Gerardo Hernán Matos.
El joven, a quien apodaban “Becho”, había nacido en la capital uruguaya el 28 de marzo de 1897 y era hijo de Emilio Matos, propietario del cabaret “Moulin Rouge”, sito en Andes y Colonia, en Montevideo.
“Becho”, que tenía una especial inclinación por la música (era pianista aficionado), solía asistir al local de su padre, en el cual se ofrecían excelentes números de espectáculos (baste decir que Pascual Contursi concurría habitualmente a ese lugar durante sus años de estancia en Montevideo y que allí fue donde dio a conocer los versos de “Mi noche triste”).
Gerardo, a la sazón a punto de cumplir 19 años, pergeñó en el piano del “Moulin Rouge” las notas de una marchita que pensaba dar a conocer durante los carnavales montevideanos de 1916.
Pero sucedió que el 8 de febrero de ese año debutó en el café “La Giralda” de dicha ciudad quien era, por entonces, una de las máximas figuras del tango, el maestro Roberto Firpo, dirigiendo a su conjunto que se completaba con David “Tito” Roccatagliata y Agesilao Ferrazano en violines, Juan Bautista Deambroggio “Bachicha” en bandoneón y Alejandro Michetti en flauta.
A “Becho” se le ocurrió la idea de llevarle la marchita al celebrado maestro, pero no tuvo la suficiente determinación para hacerlo y en su reemplazo, acudió uno de sus compañeros.
El pianista Alberto Domingo Alonso, testigo del hecho, así lo relató en el libro que escribió al respecto:

“Entre la barra de “Becho” estaba Manuel Barca, quien le alcanzó una copia mal escrita por Matos a don Roberto Firpo en el café y confitería “La Giralda” en 18 y Andes –donde hoy se erige el Palacio Salvo-.
Su ojo clínico percató de la primera ojeada todo el partido que esa obra podía obtener y conseguida la autorización para adaptarla y concertarla, tocó por primera vez el tango en público…”
“…Su escritura, colmada de defectos, representaba en su melodía sólo una guía de lo que pretendía ser y Firpo, con mucho tino y maña, hubo de arreglarla para hacer posible su ejecución, sacándola a flote…”
“…Notó que en la primera parte cabía una melodía para violín. Y esa melodía suya originariamente, tuvo la virtud de superar en mucho la obra, haciéndola más interesante…”
(Alberto Domingo Alonso “La Cumparsita – Historia del famoso tango y de su autor”)

Por su parte, el maestro don Roberto Firpo, lo refirió en, al menos, tres oportunidades:

“Actuaba en el café “La Giralda”, famoso y clásico en Montevideo, y una noche se me acercó un muchacho joven de aspecto simpático pero algo tímido y pidió que le concediera unos minutos…”
“…Me dejó la partitura, muy modestita por cierto. Era “La Cumparsita”. La toqué en el piano, me gustó, le hice unos arreglos y poco después; la estrené con un éxito extraordinario, tanto por el valor del tango, como por el hecho que su autor era un muchacho de Montevideo. Cuando regresé a Buenos Aires, lo estrené en el café Iglesias y se repitió el mismo éxito de Montevideo…”
(Revista “Cantando”, 17 de septiembre de 1947)

“En “La Giralda” se me apersonó alguien apodado “Barquita” entregándome una música de marcha estudiantil para ver si la podía hacer tango. Esa marcha tenía sólo dos partes y yo le agregué una tercera colocándole cuatro compases de un tango mío poco conocido, “La gaucha Manuela” y en la parte final, inspirándome en el “Miserere del Trovador” de Verdi. Y esa marcha, convertida en tango por mí, fue después “La Cumparsita”…”
(“Crónica”, 26 de diciembre de 1966).

“En el ‘16 yo aparecí por Montevideo y en “La Giralda” llegó un señor “Barquita”…”
“…venía con 14 ó 15 muchachos jovencitos estudiantes y me dijo: “Vea, aquí le traemos una marchita y queremos que usted la arregle. Hay que hacer un tango”.
Me entregaron una partitura en dos por cuatro. Como había compuesto “La Gaucha Manuela” en 1906 y “Curda completa”, le puse unas partes de esos viejos tangos que no habían tenido éxito alguno.
A la noche lo toqué con Tito Roccatagliata y “Bachicha” y fue la apoteosis. Lo corrieron a Matos, lo llevaron en andas. Fue sensacional el recibimiento”.
(Reportaje concedido a Abel Curutchet en enero de 1969 y publicado en “Crónicas Argentinas”, vol. 66).


Roberto Firpo no sólo estrenó el tango en 1916, sino que también fue el primero en grabarlo.
Los estudios de las matricerías de los discos y de los catálogos de la época lo demuestran en forma terminante. La primera grabación de “La cumparsita” tuvo lugar en los estudios de Max Glücksmann en la ciudad de Buenos Aires en noviembre de 1916 (Nacional 483b).
Para ese entonces, Tito Roccatagliata se había desvinculado del conjunto para ir al que dirigía su amigo Eduardo Arolas, siendo reemplazado por Cayetano Puglisi y pasando Ferrazano como primer violín, el puesto que ostentaba Tito.
De esta forma, los protagonistas de esta histórica grabación fueron:
Violines: Agesilao Ferrazano – Cayetano Puglisi
Bandoneón: Juan Bautista Deambroggio “Bachicha”
Piano y dirección: Roberto Firpo
Flauta: Alejandro Michetti

Con el correr de los años, Alberto Alonso echó a correr la versión que “La cumparsita” databa de 1917 y que el cuarteto que codirigía con Minotto Di Cicco (el cuarteto Alonso-Minotto) había sido el primero en grabarla.
Esta afirmación, falsa a todas luces, fue aceptada y oficializada por las autoridades tangueras de ambas orillas del Río de la Plata, sin haber efectuado la menor investigación sobre el asunto.
Incluso, el presidente de la Academia Nacional del Tango, con sede en Buenos Aires; Horacio Ferrer, haciendo alarde de una ignorancia supina sobre el tema, confirma con total impunidad los dichos de Alonso.
La grabación por Alonso-Minotto no sólo no fue la primera, tampoco fue la segunda.
Después de Firpo, fue grabado por Juan Maglio “Pacho” y su conjunto para el sello “Era”, integrando una serie de veintiséis registros fonográficos iniciados en 1916 (constituyó la quinta grabación de dicha serie).
Por lo tanto, la grabación por el cuarteto fue, cuanto menos, la tercera. Fue registrada en la Casa Víctor el 10 de mayo de 1917 (Víctor 69579a) y el conjunto formaba de la siguiente manera:

Violines: Juan Tróccoli – Juan José Castellanos
Bandoneón y codirección: Minotto Di Cicco
Piano y codirección: Alberto Domingo Alonso

Durante los dos años subsiguientes a su creación, La Cumparsita gozó de un efímero período de éxito.
Durante este tiempo, se sucedieron algunas grabaciones de altísimo valor histórico. A los tres registros ya mencionados, cabe referir el que realizara la Orquesta Típica Criolla Fresedo-Tito-Cobián, que era en realidad un trío que conformaban Osvaldo Fresedo en bandoneón, David “Tito” Roccatagliata en violín y la novedad de Juan Carlos Cobián no en calidad de pianista sino de guitarrista (Tele-Phone 3082/78).
Transcurrido este segmento temporal, su fama comenzó poco a poco a declinar hasta caer en el olvido.
Pero, pasados algunos años, ocurrió un hecho inesperado. El 6 de junio de 1924, la compañía de Leopoldo Simari sube a escena en el teatro Apolo la pieza “Un programa de cabaret”, original de Pascual Contursi y  Enrique P. Maroni. En aquella época se estilaba que en cada obra de teatro se estrenaran tangos compuestos especialmente para ellas. Merced a este procedimiento, vieron la luz famosísimos tangos que, venciendo gallardamente a la frontera del tiempo, constituyen resonantes éxitos aún en nuestros días.
Para “Un programa de cabaret”, Pascual Contursi escribió una letra a la que llamó “Si supieras”. Fiel a su costumbre, decidió acoplarla a la música de algún tango ya compuesto con anterioridad. Para esta letra eligió al ya olvidado tango “La cumparsita”.
El encargado de estrenarlo fue el actor y cantor Juan Ferrari.
El éxito fue tan grande que Carlos Gardel se decidió a grabarlo de inmediato (Nacional 18118b/2292-1)
El disco grabado por el más importante cantor en la historia de la música popular en el mundo, consiguió que el tango comenzara a transitar triunfalmente los senderos de todo el planeta, considerándose hoy día en todas las naciones como “el himno del tango”, siendo además una de obras más interpretadas en la historia, incluso por músicos de formación clásica.
El más lúcido testigo de este suceso y quien mejor lo relató fue Francisco Canaro:

“En mi primer viaje a París, a los pocos días de mi debut, me encontré con Gerardo Matos Rodríguez. …
 …Después del saludo y abrazo de práctica entre viejos amigos, nuestra conversación terció sobre Buenos Aires, de donde yo acababa de llegar y sobre la reactualización del éxito de La cumparsita que, entre paréntesis, para Matos Rodríguez ya había pasado a la historia.
Le conté cómo había resurgido de nuevo y de qué manera se ejecutaba con verdadero furor por todas las orquestas; que Pascual Contursi y Enrique P. Maroni, le habían compuesto una letra muy bonita y adaptada a su ritmo y que Carlitos Gardel la cantaba con extraordinario éxito y hasta la había grabado en discos….”
(Francisco Canaro : “Mis memorias – Mis bodas de oro con el tango”).

En este punto, resulta menester efectuar algunas aclaraciones:
a) que la letra pertenece en su totalidad a Pascual Contursi quien, sin embargo, la firma de manera conjunta con Enrique P. Maroni, por ser ambos los autores de la pieza teatral en la que se estrenó.
b) que los discos de la época así lo demuestran, como puede observarse con total claridad en el de Carlos Gardel correspondiente a la segunda grabación que el cantor realizó de esta obra (Enero 10 de 1928 en Odeón de Barcelona [Nacional 18231a/SO 4564]).

                                       
c) que Maroni tuvo la honestidad (que, por lo infrecuente, merece destacarse) de admitir que el tango no era suyo y quien dio fe de esta noble actitud del escritor fue el irreprochable investigador Horacio Loriente.
d) que, pese a los dichos de Canaro, la letra de Contursi no se ajustaba exactamente a la melodía de Matos; razón por la cual el poeta debió contar con la ayuda del director musical de la obra de teatro, Antonio Scatasso, para modificar los compases originales y adaptarlos a la letra.
e) que, efectivamente, para Matos su tango había pasado al olvido. Es más, “Becho” nunca creyó en que su tango tuviera éxito; tan es así que ya en 1917 le había vendido los derechos a la editorial Casa Breyer a un precio irrisorio.

Ante el fabuloso éxito alcanzado por el tango remozado con la poesía de Contursi, Matos quiso comenzar a tomar interés en su obra y en 1926 escribió una letra para contrarrestar a la del poeta.
Una vez escrita, fue inmediatamente grabada por el cantor Roberto Díaz (Víctor 79702a).
Si bien tuvo algunos registros interesantes (cabe mencionar el que realizó el tenor Tito Schipa en 1930), esta letra jamás pudo alcanzar la estatura poética y sentimental ni la popularidad de la escrita por Contursi.
Los más importantes cantores que interpretaron este tango (Carlos Gardel, Agustín Magaldi, "Charlo") grabaron la de Contursi y no la de Matos.
Pero no conforme con escribir esta letra, el compositor inició una acción judicial tendiente a recuperar los derechos de su tango, obteniendo un fallo favorable por entender el juez interviniente que la venta realizada a la Casa Breyer debía declararse nula, por haber sido Matos menor de edad en ocasión de efectuar dicha transacción comercial. No satisfecho aún, hizo retirar de la venta los discos grabados por Gardel conteniendo la letra de Contursi.
Años después; Maroni y la viuda de Contursi, Hilda Briano, iniciaron un pleito contra Matos, que quedó zanjado tras la muerte de éste, acaecida el 25 de abril de 1948 y con el arbitraje de Francisco Canaro, en los siguientes términos: 80% de lo devengado para la sucesión Matos, el 20% restante para Maroni y sucesión Contursi y cinco mil pesos para José Razzano en concepto de indemnización por el lucro cesante provocado por el retiro temporal de la venta de los discos grabados por Gardel.
Y en tanto el tiempo continúa transcurriendo, La cumparsita prosigue su camino triunfal en el mundo entero.
Es ésta la historia de un tango que queda suficientemente probado que data de 1916, que nació sin mayores pretensiones ni expectativas y que, por exclusivo mérito de la inspirada pluma de Pascual Contursi y de la jamás igualada voz de Carlos Gardel se ha convertido en “el himno del tango”.