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viernes, 3 de septiembre de 2010

HISTORIA DE "LA CUMPARSITA"

A principios del siglo XX, funcionaba en Montevideo la Federación de Estudiantes del Uruguay, cuya sede se encontraba en Ituzaingó 1292, en dicha ciudad.
Uno de sus integrantes era un estudiante de arquitectura llamado Gerardo Hernán Matos.
El joven, a quien apodaban “Becho”, había nacido en la capital uruguaya el 28 de marzo de 1897 y era hijo de Emilio Matos, propietario del cabaret “Moulin Rouge”, sito en Andes y Colonia, en Montevideo.
“Becho”, que tenía una especial inclinación por la música (era pianista aficionado), solía asistir al local de su padre, en el cual se ofrecían excelentes números de espectáculos (baste decir que Pascual Contursi concurría habitualmente a ese lugar durante sus años de estancia en Montevideo y que allí fue donde dio a conocer los versos de “Mi noche triste”).
Gerardo, a la sazón a punto de cumplir 19 años, pergeñó en el piano del “Moulin Rouge” las notas de una marchita que pensaba dar a conocer durante los carnavales montevideanos de 1916.
Pero sucedió que el 8 de febrero de ese año debutó en el café “La Giralda” de dicha ciudad quien era, por entonces, una de las máximas figuras del tango, el maestro Roberto Firpo, dirigiendo a su conjunto que se completaba con David “Tito” Roccatagliata y Agesilao Ferrazano en violines, Juan Bautista Deambroggio “Bachicha” en bandoneón y Alejandro Michetti en flauta.
A “Becho” se le ocurrió la idea de llevarle la marchita al celebrado maestro, pero no tuvo la suficiente determinación para hacerlo y en su reemplazo, acudió uno de sus compañeros.
El pianista Alberto Domingo Alonso, testigo del hecho, así lo relató en el libro que escribió al respecto:

“Entre la barra de “Becho” estaba Manuel Barca, quien le alcanzó una copia mal escrita por Matos a don Roberto Firpo en el café y confitería “La Giralda” en 18 y Andes –donde hoy se erige el Palacio Salvo-.
Su ojo clínico percató de la primera ojeada todo el partido que esa obra podía obtener y conseguida la autorización para adaptarla y concertarla, tocó por primera vez el tango en público…”
“…Su escritura, colmada de defectos, representaba en su melodía sólo una guía de lo que pretendía ser y Firpo, con mucho tino y maña, hubo de arreglarla para hacer posible su ejecución, sacándola a flote…”
“…Notó que en la primera parte cabía una melodía para violín. Y esa melodía suya originariamente, tuvo la virtud de superar en mucho la obra, haciéndola más interesante…”
(Alberto Domingo Alonso “La Cumparsita – Historia del famoso tango y de su autor”)

Por su parte, el maestro don Roberto Firpo, lo refirió en, al menos, tres oportunidades:

“Actuaba en el café “La Giralda”, famoso y clásico en Montevideo, y una noche se me acercó un muchacho joven de aspecto simpático pero algo tímido y pidió que le concediera unos minutos…”
“…Me dejó la partitura, muy modestita por cierto. Era “La Cumparsita”. La toqué en el piano, me gustó, le hice unos arreglos y poco después; la estrené con un éxito extraordinario, tanto por el valor del tango, como por el hecho que su autor era un muchacho de Montevideo. Cuando regresé a Buenos Aires, lo estrené en el café Iglesias y se repitió el mismo éxito de Montevideo…”
(Revista “Cantando”, 17 de septiembre de 1947)

“En “La Giralda” se me apersonó alguien apodado “Barquita” entregándome una música de marcha estudiantil para ver si la podía hacer tango. Esa marcha tenía sólo dos partes y yo le agregué una tercera colocándole cuatro compases de un tango mío poco conocido, “La gaucha Manuela” y en la parte final, inspirándome en el “Miserere del Trovador” de Verdi. Y esa marcha, convertida en tango por mí, fue después “La Cumparsita”…”
(“Crónica”, 26 de diciembre de 1966).

“En el ‘16 yo aparecí por Montevideo y en “La Giralda” llegó un señor “Barquita”…”
“…venía con 14 ó 15 muchachos jovencitos estudiantes y me dijo: “Vea, aquí le traemos una marchita y queremos que usted la arregle. Hay que hacer un tango”.
Me entregaron una partitura en dos por cuatro. Como había compuesto “La Gaucha Manuela” en 1906 y “Curda completa”, le puse unas partes de esos viejos tangos que no habían tenido éxito alguno.
A la noche lo toqué con Tito Roccatagliata y “Bachicha” y fue la apoteosis. Lo corrieron a Matos, lo llevaron en andas. Fue sensacional el recibimiento”.
(Reportaje concedido a Abel Curutchet en enero de 1969 y publicado en “Crónicas Argentinas”, vol. 66).


Roberto Firpo no sólo estrenó el tango en 1916, sino que también fue el primero en grabarlo.
Los estudios de las matricerías de los discos y de los catálogos de la época lo demuestran en forma terminante. La primera grabación de “La cumparsita” tuvo lugar en los estudios de Max Glücksmann en la ciudad de Buenos Aires en noviembre de 1916 (Nacional 483b).
Para ese entonces, Tito Roccatagliata se había desvinculado del conjunto para ir al que dirigía su amigo Eduardo Arolas, siendo reemplazado por Cayetano Puglisi y pasando Ferrazano como primer violín, el puesto que ostentaba Tito.
De esta forma, los protagonistas de esta histórica grabación fueron:
Violines: Agesilao Ferrazano – Cayetano Puglisi
Bandoneón: Juan Bautista Deambroggio “Bachicha”
Piano y dirección: Roberto Firpo
Flauta: Alejandro Michetti

Con el correr de los años, Alberto Alonso echó a correr la versión que “La cumparsita” databa de 1917 y que el cuarteto que codirigía con Minotto Di Cicco (el cuarteto Alonso-Minotto) había sido el primero en grabarla.
Esta afirmación, falsa a todas luces, fue aceptada y oficializada por las autoridades tangueras de ambas orillas del Río de la Plata, sin haber efectuado la menor investigación sobre el asunto.
Incluso, el presidente de la Academia Nacional del Tango, con sede en Buenos Aires; Horacio Ferrer, haciendo alarde de una ignorancia supina sobre el tema, confirma con total impunidad los dichos de Alonso.
La grabación por Alonso-Minotto no sólo no fue la primera, tampoco fue la segunda.
Después de Firpo, fue grabado por Juan Maglio “Pacho” y su conjunto para el sello “Era”, integrando una serie de veintiséis registros fonográficos iniciados en 1916 (constituyó la quinta grabación de dicha serie).
Por lo tanto, la grabación por el cuarteto fue, cuanto menos, la tercera. Fue registrada en la Casa Víctor el 10 de mayo de 1917 (Víctor 69579a) y el conjunto formaba de la siguiente manera:

Violines: Juan Tróccoli – Juan José Castellanos
Bandoneón y codirección: Minotto Di Cicco
Piano y codirección: Alberto Domingo Alonso

Durante los dos años subsiguientes a su creación, La Cumparsita gozó de un efímero período de éxito.
Durante este tiempo, se sucedieron algunas grabaciones de altísimo valor histórico. A los tres registros ya mencionados, cabe referir el que realizara la Orquesta Típica Criolla Fresedo-Tito-Cobián, que era en realidad un trío que conformaban Osvaldo Fresedo en bandoneón, David “Tito” Roccatagliata en violín y la novedad de Juan Carlos Cobián no en calidad de pianista sino de guitarrista (Tele-Phone 3082/78).
Transcurrido este segmento temporal, su fama comenzó poco a poco a declinar hasta caer en el olvido.
Pero, pasados algunos años, ocurrió un hecho inesperado. El 6 de junio de 1924, la compañía de Leopoldo Simari sube a escena en el teatro Apolo la pieza “Un programa de cabaret”, original de Pascual Contursi y  Enrique P. Maroni. En aquella época se estilaba que en cada obra de teatro se estrenaran tangos compuestos especialmente para ellas. Merced a este procedimiento, vieron la luz famosísimos tangos que, venciendo gallardamente a la frontera del tiempo, constituyen resonantes éxitos aún en nuestros días.
Para “Un programa de cabaret”, Pascual Contursi escribió una letra a la que llamó “Si supieras”. Fiel a su costumbre, decidió acoplarla a la música de algún tango ya compuesto con anterioridad. Para esta letra eligió al ya olvidado tango “La cumparsita”.
El encargado de estrenarlo fue el actor y cantor Juan Ferrari.
El éxito fue tan grande que Carlos Gardel se decidió a grabarlo de inmediato (Nacional 18118b/2292-1)
El disco grabado por el más importante cantor en la historia de la música popular en el mundo, consiguió que el tango comenzara a transitar triunfalmente los senderos de todo el planeta, considerándose hoy día en todas las naciones como “el himno del tango”, siendo además una de obras más interpretadas en la historia, incluso por músicos de formación clásica.
El más lúcido testigo de este suceso y quien mejor lo relató fue Francisco Canaro:

“En mi primer viaje a París, a los pocos días de mi debut, me encontré con Gerardo Matos Rodríguez. …
 …Después del saludo y abrazo de práctica entre viejos amigos, nuestra conversación terció sobre Buenos Aires, de donde yo acababa de llegar y sobre la reactualización del éxito de La cumparsita que, entre paréntesis, para Matos Rodríguez ya había pasado a la historia.
Le conté cómo había resurgido de nuevo y de qué manera se ejecutaba con verdadero furor por todas las orquestas; que Pascual Contursi y Enrique P. Maroni, le habían compuesto una letra muy bonita y adaptada a su ritmo y que Carlitos Gardel la cantaba con extraordinario éxito y hasta la había grabado en discos….”
(Francisco Canaro : “Mis memorias – Mis bodas de oro con el tango”).

En este punto, resulta menester efectuar algunas aclaraciones:
a) que la letra pertenece en su totalidad a Pascual Contursi quien, sin embargo, la firma de manera conjunta con Enrique P. Maroni, por ser ambos los autores de la pieza teatral en la que se estrenó.
b) que los discos de la época así lo demuestran, como puede observarse con total claridad en el de Carlos Gardel correspondiente a la segunda grabación que el cantor realizó de esta obra (Enero 10 de 1928 en Odeón de Barcelona [Nacional 18231a/SO 4564]).

                                       
c) que Maroni tuvo la honestidad (que, por lo infrecuente, merece destacarse) de admitir que el tango no era suyo y quien dio fe de esta noble actitud del escritor fue el irreprochable investigador Horacio Loriente.
d) que, pese a los dichos de Canaro, la letra de Contursi no se ajustaba exactamente a la melodía de Matos; razón por la cual el poeta debió contar con la ayuda del director musical de la obra de teatro, Antonio Scatasso, para modificar los compases originales y adaptarlos a la letra.
e) que, efectivamente, para Matos su tango había pasado al olvido. Es más, “Becho” nunca creyó en que su tango tuviera éxito; tan es así que ya en 1917 le había vendido los derechos a la editorial Casa Breyer a un precio irrisorio.

Ante el fabuloso éxito alcanzado por el tango remozado con la poesía de Contursi, Matos quiso comenzar a tomar interés en su obra y en 1926 escribió una letra para contrarrestar a la del poeta.
Una vez escrita, fue inmediatamente grabada por el cantor Roberto Díaz (Víctor 79702a).
Si bien tuvo algunos registros interesantes (cabe mencionar el que realizó el tenor Tito Schipa en 1930), esta letra jamás pudo alcanzar la estatura poética y sentimental ni la popularidad de la escrita por Contursi.
Los más importantes cantores que interpretaron este tango (Carlos Gardel, Agustín Magaldi, "Charlo") grabaron la de Contursi y no la de Matos.
Pero no conforme con escribir esta letra, el compositor inició una acción judicial tendiente a recuperar los derechos de su tango, obteniendo un fallo favorable por entender el juez interviniente que la venta realizada a la Casa Breyer debía declararse nula, por haber sido Matos menor de edad en ocasión de efectuar dicha transacción comercial. No satisfecho aún, hizo retirar de la venta los discos grabados por Gardel conteniendo la letra de Contursi.
Años después; Maroni y la viuda de Contursi, Hilda Briano, iniciaron un pleito contra Matos, que quedó zanjado tras la muerte de éste, acaecida el 25 de abril de 1948 y con el arbitraje de Francisco Canaro, en los siguientes términos: 80% de lo devengado para la sucesión Matos, el 20% restante para Maroni y sucesión Contursi y cinco mil pesos para José Razzano en concepto de indemnización por el lucro cesante provocado por el retiro temporal de la venta de los discos grabados por Gardel.
Y en tanto el tiempo continúa transcurriendo, La cumparsita prosigue su camino triunfal en el mundo entero.
Es ésta la historia de un tango que queda suficientemente probado que data de 1916, que nació sin mayores pretensiones ni expectativas y que, por exclusivo mérito de la inspirada pluma de Pascual Contursi y de la jamás igualada voz de Carlos Gardel se ha convertido en “el himno del tango”.

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